El primer viaje, la primera vez, esa maldita primera vez, y todas las demás primeras veces de otras tantas, ustedes me entienden. De todas esas tantas veces que le vienen a uno a la cabeza, es la primera vez que se trata de concebir algo la más dolorosa. Nos son estas sin embargo mis palabras, las tomo prestadas de quién sabe dónde porque yo no las tengo y nunca las he tenido.
Todo es un ciclo que comienza allá en esos albores, y cuando uno se da cuenta ya está en camino algo completamente distinto, cuando uno trata de ser, de mostrarse como es. Tomar riesgos innecesarios se convierte en algo necesario para encontrar el camino. Haciendo memoria uno al final no llega a ningún lado, pues la vida es tal y como un amigo a quién no conocí decía que era la felicidad, como un arma caliente, no sé ni cómo explicar eso que acabo de decir.
Uno trata de ser agradecido cuando la vida le sonríe ¿no es cierto?
Pero llega el día en que uno se rebela contra todo, contra sus padres, contra el sistema, y finalmente contra dios; y lo escribo con minúsculas porque desde el día de mi rebelión así ha sido y así será. Ese dios no puede esperar ya nada de parte mía, Ni siquiera mi amor puede ya pedir, que terrible, que miserable es todo eso que hago yo. Pero si es que existe estoy seguro de que lo que él desea es que sea tal como soy, libre, sin ataduras trasmundanas. Desde aquel día el mundo ya no puede tampoco reclamarme nada, no tienen derecho a pedir ya, nada más de mí.
Uno siempre termina arruinando las cosas. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? Me decidí por el mundo, y cuando me vi en el espejo ya no había reflejo alguno. Mucho tiempo hace de eso, pero nada se hasta ahora de cómo conseguir el mundo. Me temo que alguien más se ocupó ya de esa labor, y me ha dejado con un terreno polvoriento y desértico, en donde todo lo que se venden ahora son ilusiones, y los idiotas, melancólicos, y desesperados por igual las compran al por mayor.
Uno no puede arruinar aquello que no se puede ya poseer. De modo tal que vivo en la ruina, escribiendo con palabras que no son mías. Soy una ruina, un abyecto, no valgo más que la mierda defecada en los baños públicos. No logro sentirme de otra forma, de modo tal que me da gusto que este a la vista de todos. Así ha transcurrido mi vida, sin poder vislumbrar nada mejor que esto, robándome las ideas de otros, mintiendo. No tengo nada, más que mi amigo el dolor disfrazado de vicio. Solo deseo que vengan todos a verme, para que vean la desgracia en que se ha convertido este patético ser. Pero que importa, si al final en este mundo de ilusiones vacías el mundo aprecia este espectáculo.
Ser estúpido es equivalente de la felicidad. Hace tiempo ya que ella rompió mi corazón. Hasta las crudas se sienten bien en esta situación. No hay nada más satisfactorio que descubrirse estúpido, pues puede uno excusarse ante el gran público, también imbécil por cierto.
Conocí a esta chica, a ella le gustaba jugar. Me pidió un día atarla a mi destino, pero que triste destino ha de ser el mío. Me dijo que el peso de su pasado era demasiado, al grado que su dolor era insoportable. Entonces lo comprendí, y le prometí que la ataría mi destino, pues yo también conocía lo que ella sentía.
Ja, he llegado a ese punto, lo que escribo es mediocre y ya no describo bien lo que siento.
Nadie me conoce como yo, y sin embargo, que aburrido es lo que tengo que decir. No me puedo quejar. Iba a preguntar algo torpe, así que mejor pregunto ¿qué puedo hacer? Si mi mundo hoy día está más que resuelto, ¿de qué podría yo quejarme? Pero no, la voluntad de la ironía es mayor, y yo se que está mal, pero nada puedo hacer, más que pretender que siento lo contrario.
Siempre algo estropea nuestro paso por este mundo. Mi mente es un completo caos, y en todo caso, ese obstáculo. Pensar es una maldición, ya deberíamos habernos dado cuenta a estas alturas. Y ¿qué más da, darle todo a nuestros pensamientos, entregarles todo con absoluta renuncia?, si al final no queda más que el testimonio de nuestra gran vanidad. ¡Oh, pensamiento! Vil enemigo, gran facilitador de nuestras desgracias, gran obstáculo d nuestras vidas.
Otra más de mis absurdas historias viene a mí. Bueno, no es mía, es de los noticiarios. No embellecen las noticias nuestra vida. Tanto morbo saciado quita el apetito. Miren lo que hemos hecho de nuestro mundo, ¿quién necesita ver las cosas en vivo si todo nos lo cuentan?. Había una vez, eso fue lo que empezó todo en verdad, si no lo supiera yo.
¡Qué harto estoy de quejarme!. Deberían todos hartarse de ello. Conozco un modo terrible, solo es cuestión de ejecutar lo que ya tengo en mente. Pero no nos adelantemos. El mapa es más extenso que el territorio, tanto que no sé donde termina aún. Ahora sí, perderé en efecto mi alma, ¿no se pierde acaso cuando uno muere? Por lo mientras no vislumbro aún el final, falta todavía algo de tiempo, tal vez la eternidad completa, que tarda mucho en acabarse, sobre todo al final.
Y ¿qué tal?, usando palabras que no son mías otra vez.
Todos los hombres seremos renovados al final. ¿El infierno?, pero si ya estamos aquí, en ese mismo infierno. Hace mucho tiempo que morí, gracias a ella, que lo ha sido todo, que no ha sido nada, que no es nadie, que es todas aquellas de otro tiempo. Como me gusta aquella historia de la virgen cuyos condenados son perdonados apenas unos días. ¿Cuán valiosos son esos piadosos días?
Habiendo muerto me disculpo, pues lo demás no importa ya un carajo. Y no tengo ya nada que decir. Tuve un amigo que era diferente, y que era de una naturaleza parecida a otro amigo a quién tampoco conocí, como aquel al que mencione en otro párrafo. Que cortas se quedan las palabras siempre, tan muertas como el papel en el que son impresas. Ya nada tengo que decir, y aquí me tienen, escribiendo estupideces. Pido disculpas por todos los inconvenientes ahora que aún puedo, después tal vez sea demasiado tarde.
Y aquí empieza mi v verdadero calvario, mi martirio, el día en que la conocí, que fue también el día en que me engaño, hasta bromeo inútilmente ante ese hecho, ante ese día. Y así murió el último resto que me quedaba de alma y de corazón. Ya ni lágrimas tengo para describir lo que aquí expreso. ¿Qué más da esperar en el frío de la noche, en el viento inclemente?. El bosque sabe muy bien de secretos, y el de ella más que ninguno. Las cabezas de todos nosotros se escindirán. Le dije que no me mintiera, y así lo hizo, el día en que nuestros destinos se ataron hace tiempo ya, fue fatal, brutal, y ella no mintió, dijo la verdad, pero mintiendo respecto a su dirección. El sol no brillará más, en el frío de la inexistencia ha de quedar mi alma. Y duele, y no me importa, porque yo soy el sufrimiento, conmigo muere el más sangriento y doloroso de los siglos, en búsqueda de la verdad. Así es, como finalmente ha sucedido todo, en la angustia, en el dolor, eternos ambos, infelices y eternos, ahogados en mi grito, y en ese grito incompleto muere también, mi siglo, del cuál soy, el último hijo.