En mi intento por ver todas las películas de Woody Allen, he pasado muchos momentos de satisfacción. Hasta el momento, no me he visto decepcionado por ninguna. Las últimas que había podido ver eran "Anything Else" y "Cassandra's Dream", que aunque no son geniales son bastante buenas, recomendables de hecho, una como comedia y la otra como tragedia.
"La Rosa Púrpura del Cairo" es una película que hay que comentar, porque puede y debe ser descrita como genial. La combinación de la realidad con la ficción no es algo nuevo, pero el desarrollo que tiene en el filme me parece sobresaliente, pues ha de poner en perspectiva al espectador. ¿Cuántas veces no imaginamos que nuestro mundo podría convertirse, por lo menos un instante, en la realidad alterna de una película?, ¿cuántas veces no quisiéramos que la realidad fuera como en las películas y que todo tuviera un final feliz? Esta premisa es la que nos plantea Woody Allen al sacar a un personaje de una proyección y llevarlo a la realidad, al llevar a un personaje que se asume como real a la realidad de dicha pantalla de cine.
Es una proposición simple, pero que encuentra intensidad en el escenario de la crisis de la década de los treinta, pues es en época de crisis económica cuando más se recrudece la realidad, cuando más historias tristes y desesperadas encontramos a nuestro alrededor.
El guión es bueno no solo por su estructura, sino por su espontaneidad; Woody Allen emprendió vuelo al iniciar la redacción de esta historia, no tuvo restricción alguna para hacer diálogos naturales y amenos, para establecer situaciones verosímiles en lo inverosímil, para envolvernos a nosotros, espectadores en el juego de la historia, para introducirnos intelectualmente en la película. Todos somos en alguna forma Cecilia, el personaje de Mia Farrow, indefensos ante un mundo infame, esperando a que el amor perfecto arribe con la frase precisa, la sonrisa perfecta, el beso apasionado como esculpido por Rodin, y por supuesto la inflatable música de fondo, pues no hay que olvidar que todas nuestras pasiones se potencian con la música.
Y que música la que utiliza Woody Allen para este y todos sus filmes, siempre hay alguna canción o alguna pieza para recordar. En esta ocasión es Fred Astaire, otras veces es Caurso o alguna maravilla del jazz.
Al final de la película como en la vida, la realidad ha de ser distinta, por que es caprichosa, porque es incongruente, porque la vida es cine, pero no es como en el cine. Casi me atrevería a afirmar que sin quererlo Woody Allen terminó haciendo una tesis sobre el cine, pues éste es un tema que se podría discutir largamente. La forma en que la película esta filmada es muy buena, las transiciones de plano en plano, de escena en escena, todo es limpio, bien hecho, al grado que es posible disfrutarlo sin tener que poner mucha atención.
Nada se le puede reclamar al cine, pues nos hace felices la mayor parte del tiempo. Todos amamos y odiamos a los personajes por su excentricidad, por lo absortos que están en sus roles. De tal forma es como los describe Woody Allen en esa pantalla en blanco y negro.
Nada puede reclamarse tampoco a la realidad, pues es como es, y hay que amarla por tal, aunque no nos ofrezca la fantasía, el glamour y las excitantes secuencias que nos ofrece el cine.
"La Rosa Púrpura del Cairo", una película que hay que ver, admirar, sobre todo disfrutar, pues al final, el cine, es para disfrutarlo, no está de más.
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