Las personas viven mientras estén en nuestros pensamientos.
Después de mi última entrada en este blog el 8 de diciembre pasado, decidí ir a ver "Nowhere boy", que fue proyectada en la Casa de la Cultura en la ciudad de Puebla. Para mí sorpresa tuve que hacer fila, pues fue mucha gente a verla.
Dicha proyección fue un digno homenaje a John Lennon, precisamente porque "Nowhere boy" nos habla muy íntimamente de John Lennon en los albores de su vida, y nos hace entender con mayor claridad la naturaleza de este único personaje. A costa de su dolor fue que tuvimos la oportunidad otros de disfrutar, pues su arte es la expresión de ese dolor tan profundo y terrible.
"Nowhere boy" es una película que hay que ver, pues es maravillosa y conmovedora hasta las lágrimas. No hay más que decir, salvo que todos aplaudimos al final de la función.
Así transcurrió pues, aquella tarde que culminó con una fría noche. Saliendo de la sala, por alguna razón desconocida me desvié de mi camino y me encontré con la placa que recién había puesto el ayuntamiento en honor a Lennon. Ahí se encontraba un pequeño grupo que había colocado unas velas y flores ante la placa, y al igual había desplegada una lona con la imagen estampada del monumento Strawberry Fields de Central Park, esa que dice Imagine. Me detuve un instante, y entonces un señor de unos cuarenta años dio un sencillo pero emotivo discurso en honor a John Lennon, exhortándonos a todos los presentes a seguir en la búsqueda de la paz mundial que él tanto nos pedía.
Seguí después mi camino, no sin derramar una lágrima, pues fue francamente muy conmovedor aquel suceso. Pensé por un momento en todo aquello que Lennon logró pese a todo aquello que le fue negado, lo cuál siempre hace más difícil pensar en lo abrupto de su asesinato. Así terminó aquella noche, y con ella, mi sincero homenaje recordando a un grande: John Lennon, el nowhere boy, y eso no está de más.
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