jueves, 24 de junio de 2010

La ceguera humana

Antes que nada, ya que estamos entre los menesteres mundialistas por estos días, hay que decirlo, pues el día de hoy "el rey ha muerto...", ya el 11 de julio podremos decir "larga vida al rey", llorar "una furtiva lagrima", como en la interpretación de el gran Enrico Carusso, es lo que les tocó en esta ocasión a los italianos, que se confiaron por sus cuatro estrellas (tres mal habidas, dos gracias a Mussolini y una por Materazzi hace cuatro años), hoy la diosa fortuna no les cobijó como siempre lo hace, hoy fue cruel y los dejo fuera.

Como verán, pasando a otro tema, en este blog se habla un tanto más de cine que de otra cosa, y es que su servidor es apasionado de este tema y por otro lado de otras cosas no soy muy bueno para hablar (o tal vez sí, a saber). El punto es que, ante la facilidad de rentar "Ceguera" (Blindness), pues no vi mejor ocasión que está, debido a la reciente muerte del autor del libro en que se basa, Don José Saramago que en paz descanse.

Fernando Meirelles merece todos los reconocimientos, pues "Ceguera" es una obra maestra, que requería de alguien que supiera retratarla bien mediante las imagenes, lo más cercano posible a lo que el autor pensó en su momento al escribirla, y la verdad es que la versión fílmica que nos presenta Meirelles es visualmente impresionante, cruda, expresa todo, tiene esa religiosidad que Saramago llevaba siempre consigo, esa religiosidad desapegada de un Dios, completamente apegada al hecho de que la bondad en el ser humano es posible, que se construye a través de como este aprende de sus vivencias más difíciles a diferenciar entre el bien y el mal y la necesidad de la existencia de ambos, de la exaltación de la virtud humana al aceptar sus defectos como existentes pero a la vez perdonables en la medida de las circunstancias.

Mediante la ficción, "Ceguera" nos plantea que el ser humano siempre ha estado ciego, aún con una visión de 20 20, se ha negado a ver al otro como su igual, como su prójimo, como su hermano en penas y alegrías, sin importar la edad o el estatus o la raza; y al igual que en ese mundo pequeño de aquellos personajes refugiados en ese rincón olvidado (no les cuento trama de más se los juro), predomina la codicia, la suciedad, la maldad inherente al ser humano, pero al final, triunfa la libertad, resurge la esperanza, y con ella vuelve la calidez, y particularmente, el amor, ese sentimiento tan puro, el que constituye lo fraterno. Lo mejor es que al final, la humanidad, habiendo perdido la vista, en las condiciones más ínfimas, aprende el valor de la humildad, y es entonces cuando finalmente ve, cuando en su ceguera deja de estar ciega.

Es un mensaje profundo, maravilloso, y aunque como dice el buen Woody Allen, "el que le pongan en mi honor el nombre a una calle cuando muera no ayudará a mi metabolismo", hay que rendirle honores al ingenio de Saramago, que como dijo Meirelles, "el mundo se a vuelto más ciego si él". Para los que hayan leído esto, enhorabuena, les deseo que cierren los ojos y empiecen a ver, como diría el Principito, con los ojos del corazón, y eso si no esta de más.



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